1 nov 2011

Cuéntame un cuento

Con la aparición de este blog varios amigos me han animado a ponerme más en serio con la narrativa. Que escribiera más (más produccines) y hasta que escribiera una novela. Kapuscinski afirmaba que para escibir una página había que haber leído al menos cien... así que seguiré con mis deberes. Más adelante escribiré, será genial. Mientras tanto, dejaré algunos cuentos.

A todos ellos, gracias por confiar!


La amistad

Ya llega la hora. Como de costumbre ella agarra un trasto enorme donde suele guardar el libro, algunas tonterías que lleva de un lado a otro y ese cúmulo de campanitas que siempre nos llevamos cuando vamos a hacer pis. Sin ellas no podemos entrar en casa y alguna vez recuerdo que me quedé contemplándola en la puerta de casa mientras despotricaba. Si no hay campanitas, no se puede entrar.

Ante todo este ritual, yo aprovecho para irme a mi rincón habitual y sentarme. Prefiero no verla prepararse para irse de casa y dejarme solito. Prefiero esperar su saludo en la otra habitación.

 –Hasta después mi amor –me dice, acompañado de un dulce ruidito– después no vemos eh?

Suelo relamerme cuando me siento nervioso. Y que mi ama me deje solo toda la mañana me sienta algo mal. No es que no tenga sueño suficiente para pasar las horas, sólo es que no me gusta la soledad.

Cierra la puerta. Después se acompaña un segundo leve portazo y el típico click que suena antes de bajar el primer escalón de camino a la calle, a ese espacio grande. Un rato más y la última puerta. Ésta siempre suena más lejos. Entonces empiezan los toc-toc toc-toc firmes y apresurados de mi ama. Hoy los oigo más suaves, hasta que desaparecen y todo es calma.

Normalmente me quedo en la cocina por las mañanas. Me gusta esta habitación. La verdad es que me siento calentito, tengo agua, comida, algún juguete de tanto en tanto y sobre todo está mi manta. Como que duermo mucho y casi todo el día, prefiero dormirme en esta manta que huele a mí, que en el frío piso. No es que no me guste, pero lo prefiero. En el resto de los lugares de esta casa no hay otras mantas, al menos no las encuentro, así que me duermo en algún rincón que no tiene manta y también duermo. Aquí también hay una ventana. Hay veces que tiene más luz que otras mañanas, pero siempre tiene luz. Ahora no tanta como en invierno, porque mi ama ha puesto ahí una especie de hierbas. Y claro, tapa mi luz. A veces la he visto que le pone algo como agua. No sé si es agua porque no la probé, yo no llego hasta ahí, así que no sé. Pero bueno, si todo sigue así, en unos meses van a estar la hierbas tan flaquitas y feas que las va a sacar de ahí. Cada año igual. También está el típico tic tac tic tac que ronronea sin parar. Yo no es que entienda mucho de estas cosas humanas, pero no sé si es un tipo de música que me deja para que me acompañe, algún vecino que debe estar tocando cosas raras o tal vez algún tipo de ciclo que no para ni de noche ni de día. Nunca se calla. Y así sigue sonando  esta mañana, tic tac tic tac. Tampoco sé qué es porque el ruido está muy arriba. Un día quise olerlo para saber qué era y si se comía, pero ni si me pongo a dos patas e intento trepar por el mueble no llego al ruidito. Bueno, a lo mejor está rico y me lo como y no suena más.

Uno de mis pasatiempos preferidos es dormir. No calculo cuánto tiempo, sólo duermo. Aquí no es que haya muchas cosas que hacer. A lo mejor algún día se olvidan una bolsa encima del mármol y aprovecho, me hago con ella y juego un poco. Lo que pasa es que no puedo estar toda la mañana. Si juego y juego, siempre hay algún momento en que la bolsa ya no quiere más, ya no se puede jugar, no la puedo morder. Así que o me pongo a dormir otra vez o me limpio. Es una tarea ardua, ¿saben? Porque siempre tengo mucho pelo, y tengo que estar continuamente saneándome las patas, el pito y el culito. Los baños en la bañera no me gustan. Me hace sentir ridículo, como más pesado, y sin mi olor. Eso es, mi olor es lo que más me gusta, por eso me relamo todo lo que puedo, así soy más yo pero sin porquerías. A veces mi ama me llama la atención con un “No” de esos rotundos que quieren decir que pare de hacer lo que estoy haciendo. Así que tengo que parar en ese momento. Ya nos entendemos y sé que no es una de esas órdenes de “No” por mucho rato hasta que diga otra cosa. Es un “No” momentáneo. Después sigo con mis relamidos hasta que me canso y me vuelvo a dormir.

Hoy es el primer día que más le hecho de menos cuando se va. Normalmente hay dos días que no se va y yo no me quedo en la cocina. Ella hace otras cosas, o no se va a esta hora, o yo voy con ella. Pero hoy es el primero. A la tarde ella vendrá, iremos a hacer pis juntos y después de dar vueltas en la casa se vuelve a ir. ¡Siempre está entrando y saliendo! Creo que es eso lo que más me molesta. Ella entra y sale, entra y sale todo el día. Y yo la espero, me encanta esperarla, pero claro, la espero muchas veces y después vuelta a esperar. Tampoco es que me de miedo nada, sino que me imagino que algún día no va a volver. Entonces me pongo triste, no sé, es como si ya no quisiera dormir, ni jugar ni comer. Y sólo la llamo para que vuelva, porque sé que con mis gritos y lloros ella se alerta y después vuelve. Pero a las mañanas siempre vuelve, o sea que ahora no voy a gritar.

Ahora oigo un ruido muy fuerte muy fuerte, que a veces escucho. Va viniendo desde lejos y pasa por aquí delante de casa y se va yendo. Es raro, porque no todos los días se oye, pero se escucha por encima de todos los otros ruidos que hay. Creo que no lo saben, pero yo tengo como unos súper poderes y escucho todo mucho antes que ellos. Yo y los que son como yo, con cuatro patas quiero decir, oímos las cosas antes de que pasen, ¡y todo se escucha tan fuerte! Hay veces en las que va a pasar algo y también lo sentimos. No sabemos exactamente cuando, pero intuimos que va a pasar algo. Esta vez el sonido viene acompañado de un retumbe final después de la alarma larga. Así que tiene dos sonidos. Se para un rato. Qué raro, ¡si siempre sigue de largo! Ahora silencio. No hay olor, no se ve nada. Bueno, en realidad siempre veo lo mismo desde aquí, no hay nada más que las hierbitas fuera de la ventana, el cielo y el tejado de enfrente. ¿Qué debe ser? A ver si me acuerdo y un día de estos que me cruce con otro como yo con cuatro patas me cuenta de dónde viene este ruido ¡no lo asocio a nada!

¿Cuánto tiempo habrá pasado? Creo que ya empiezo a estar impaciente. Ahora ya tendría que estar de vuelta mi ama. Tengo pis, caca también. ¡Pero si ella siempre vuelve! Yo tranquilo, la espero, que seguro que vuelve y así salimos juntos y jugamos. ¡Qué alegría volverla a ver! Después se va pero mientras tanto la miro. Ella siempre se está moviendo durante el día por la casa. Sobretodo hace cosas aquí en la cocina. Mete, saca, pone agua, come. También habla sola, pero no hablando, sino con un tono muy meloso que me relaja. Y yo la miro. Espero atento por si se cae un poquito de esa comida al suelo. Esa tan especial que me encanta y que no está en mi plato. Así me la como rápido y no se da cuenta. Es una sensación de felicidad tan linda. Pero no llega.

¡La puerta! Sí, es la puerta de más lejos. ¡Por fin! Mi cola ya se empieza a agitar. Siempre que estoy contento se me mueve la cola. No lo puedo evitar, pero todo el cosquilleo que siento en el cuerpo hace que mueva mi cola. Así también todos saben que estoy contento. La puerta se abre, ¿a ver? ¡Qué raro! No escuché las campanitas. Si no hay campanitas, no se entra. Pero hay alguien ahí. ¿Quién es? Ella no. ¿Dónde está mi ama? La puerta de la cocina se abre, me vienen a buscar. Mi cola ya no se mueve. No se moverá más, pero seguiré esperando



Ryszard Kapuściński (Pinsk, Bielorrusia, entonces parte de Polonia, el 4 de marzo de 1932 - Varsovia, 23 de enero de 2007) fue un periodista, historiador, escritor, ensayista y poeta.

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