10 oct 2011

Fin de semana turístico.


Por fin llega el fresquito al triángulo Lechesse, y con él, el típico primer estornudo. Salgo a correr por el lago a la mañana y vuelvo acompañada de un buen resfriado. Sin rechistar, me regodeo en los nuevos olores que el viento trae consigo. Pino, boletus y nuevos colores encienden mis sentidos. Por delante, un fin de semana recorriendo estas hermosas tierras, sus ciudades, lago, montañas y compartiendo tiempo con gente encantadora.

En la mañana del sábado, disponiéndome a partir en tren rumbo norte, me tomo un café con leche en la cocina de la primera planta. Allí, Yoneida, Victor y Vinsen dan vueltas y se miran unos a los otros. Un día espectacular, ni una sola nube. Porqué no se vienen conmigo, ni que sea hasta Varenna? -les digo-. En 10 minutos estábamos, bufandas y chaquetas incluidas, esperando al bus que nos llevaría al centro de la cuidad. De ahí, tomaríamos un tren que nos llevaría hasta la portuaria ciudad de Varenna. A ultimo momento se apunta el hermano Robert (compañero claretiano del padre Angelo). El plan era llegar juntos hasta Varenna, de ahí, Yoneida debería volver derechita a la casa a terminar con sus tareas... y el resto ya decidirían qué hacer. Mi jornada se repartiría entre Varenna, Bellagio y Como, con una tarde llegada a la Casa después de pasear, descansar y hacer fotos.

Varenna es más bien un pueblito, que aunque pintoresco y bien cuidado, se denota cierto ambiente estival. Se predisponen las casas y villas en la ladera de la montaña, a unos 30 km al norte de Lecco, sobre el lago que lleva el mismo nombre. La vida se respira tranquila, las callejuelas se contornean a lo largo y ancho de la villa, con cuestas tan perpendiculares que se mutan escaleras en cuanto se pisan los adoquines desgastados. Las puertas son todas chicas y redondas, las paredes de colores mil y la tranquilidad, en abundancia. Llegados a este punto, me invade la sensación de una alegre relajación y bienestar. Mires donde mires siempre ríes, bien por la actitud de los italianos, bien por la compañía de la jornada. Los chicos son todo amor y alegría, estamos todo el día haciéndonos bromas, y Robert no deja pasar una sola ocasión en la que poder hacer gala de su sentido del humor. En la orilla más occidental, un puerto chiiiiico no cesa su actividad. Y es que cada dos por tres llega y parte un barco llamado “traghetto” que hace las veces de transporte entre las diversas ciudades cercanas del lago. Ya panino en mano, compramos 4 billetes para Bellagio. Yoneida se vuelve en tren y el resto seguimos la ruta prevista todos juntos.



El trayecto marítimo que separa ambas ciudades abarca solamente 15 minutos. Panorámica del paisaje en mente, descendemos en una lujosa Bellagio. Esta ciudad, que se asoma a la conexión entre las dos vertientes del lago, se conoce por ser lugar de veraneo de personajes famosos y celebridades del mundo del espectáculo. El viento se siente frío, aunque si nos paramos al sol uno despide los aires de la primavera y reconoce el otoño. No hacemos más que caminar, pasear, y charlar sobre la vida. Las cámara de fotos se queda castigada en la mochila de Victor, puesto que ha fallado la batería.



A eso de las 4 de la tarde tomamos un autobús hacia Como. El trayecto es de una hora, traqueteando por una estrechísima carretera que bordea en todo momento la parte este del lago. Sin previo aviso, se sirve una siesta fugaz en los últimos asientos del coche, y nos despierta el frenazo de la entrada a la ciudad. Ya en Como, sin rumbo fijo, paseamos por el centro comercial, el Duomo, el mercado y una rica heladería a forma de merienda. A los 4 nos ha sorprendido sobremanera la elegancia y tradición que se respira. La gente va y viene en bicicleta, con una cesta en la parte frontal y con algún perro que asoma el hocico. El centro es un bullicio de gente que va, viene, entra y sale. Aquí todo está ordenado, en su lugar. La Piazza Cavour, frente al lago, es una ancha plaza con cafeterías y confiterías a su alrededor. Cuando llueve mucho y el nivel del lago crece, se inunda toda hasta hacerla inutilizable. El Duomo, unos metros más allá escondida entre los edificios, se impone en una plaza principal e interior, acompañada de las mejores boutiques de moda de nivel nacional e internacional. A diferencia que en España, los bancos sólo salpican algunas fachadas de los bajos de los edificios a los largo y ancho de la ciudad. Será la moda quien lleve las riendas de esta sociedad? Será una manera de distinguirnos unos de otros a la usanza de los antiguos estamentos? O simplemente el humano contemporáneo necesita manipular la visión, sino el concepto, que el resto debe tener de sí mismo?

Ya en el Duomo, antes de partir a casa, Robert se sienta a escuchar el sermón mientras los gemelos y yo curioseamos entre tapices y cúpulas y encendemos un cirio acompañado del típico deseo (aquí me pienso muy bien el deseo, que luego se cumple!) Ya en el bus, Robert nos explica cómo llego a ser Claretiano, las dudas que lo invadían en los primeros años y cuál es su trabajo para con el mundo. A modo más escueto, puedo decirles que Robert se define a sí mismo como un soldado de Dios, el que milita en pro del hombre y para el hombre. La gente acude a él en busca de una solución, para plantear un problema. El intenta buscar la verdad y el poder que cada uno de nosotros tiene dentro, para darle luz. Yo lo entiendo mas como un "Psicólogo de Dios”.



Ya en la mañana del domingo, me calzo mis zapatillas, leggins, guantes y buff, chaqueta en mano. A primera hora Luciano y Grazia nos pasan a buscar a Robert y a mí por la Casa, recogemos a sus amigos Ada y Arni y empiezan las curvas hacia Resegone!!! Por fin en la montaña!!!! A partir de aquí dejare que sean las imágenes las que hablen. No me alcanzarían las palabras para expresar tanta belleza, tanto compañerismo, tanta lindura y tanto agradecimiento para con los compañeros, para mis papás por traerme a este mundo, para con la gente que me rodea y por sentirme humildemente inquieta, sonriente y viva....






Y ya en la cima...








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